Rocío Durand
En la penumbra se escondía un ojo avizor tras la persiana entreabierta, desvencijada. Era de noche, llovía. Podían verse caer rayas, eran veloces gotas tupidas al pasar por el costado de los arbotantes del alumbrado público. El pavimento brillaba como un espejo al refractar los acontecimientos para multiplicar su efecto.
Se escuchó el cierre de una maletilla, luego el celofán y el olor a dulce de menta exhalado por un aliento de pulso acelerado al ritmo de un reloj antiguo al marcar la hora del crimen.
Hilario andaba descuidado, ya no se le veía de guayabera azul claro, rasurada impecable con el dibujo apenas notorio de una hilera delineando su rostro afilado. Sus ojos grandes se sumían de tanto haber llorado, cargaba ojeras de melancolía y dolor.
El sobresalto se apoderaba de él por cualquier insignificancia. No era para menos, después del susto que se llevó al aceptar el trabajo de la oficina virtual en un portal de Internet donde dejó sus datos, un currículum de dos hojas conciso cubrió los requisitos. Le llamaron al celular.
La primera entrevista fue virtual, la pantalla se transformó en el escenario de una hermosa ciudad; desde el piso 128 de un rascacielos y el mar rodeando la isla de Manhatan, ahí un individuo vestía traje gris de caída fina y corbata palo de rosa satinada; le habló de perfil, pasmado, embelesado por el horizonte. Éste le pidió acudir a una oficina de atención a clientes en la plaza principal, le dio una clave para recoger un radio y recibir las tareas e instrucciones de su nueva relación laboral. No había seguro social de por medio, ni la firma de un contrato, era un trabajo de ganarse la confianza, por lo que desarrolló una intuición de alfil en un juego de ajedrez.
La “pizca” ese año había resultado abundante por las lluvias, su familia sembraba maíz pipitilla en un pueblo de Guerrero. Dejó a su mamá y hermanos hacía ya varios años y su padre había muerto en una riña posterior a la fiesta del mezcal. De todo ello sólo conservó el gusto por los calcetines grises, quitarse los zapatos durante el recorrido del autobús a la montaña cuando visitaba a su tío Pedro, el de las historias fantásticas, los cuentos de terror, las leyendas contadas al pie de la Ceiba más antigua del pueblo. Tío Pedro congregaba a chicos y grandes por igual. No había cine, ni televisión, sólo amplios espacios, cantos de grillos, ranas, pájaros y animales de granja.
Esas historias lo acompañaron durante sus idas a la tele secundaria, donde se enamoró de María, la niña de pelo negro y grueso con una trenza de ceda y brillo azabache. Los primeros besos cuando jugaba a pasarse hojitas de menta fueron con María.
En esas andaba recordando, pero ahora Hilario entristecía con facilidad. Esa decisión le había cambiado la vida por completo.
Muchas imágenes lo perseguían. La de mayor impacto fue aquella del tostador eléctrico donde un hombre rapado con el cráneo tatuado, metía dedos amputados para enviar mensajes, sembrar el terror en los familiares y pedir rescate. Tenía pesadillas, imaginaba un collar con ellos colgando, notas de un teclado a manera de tono en su localizador, le anunciaban el cobro exitoso del rescate por medio de aquella voz que lo contrató virtualmente. ¿Qué confusión, dónde empieza la realidad y dónde termina el lado virtual de esta vida?
Nunca supo su nombre.
Huyó, trató a como diera lugar de escapar a esa voz tan amable, dulce que se ofrecía insinuándole los pasos a seguir tal vez desde aquel penthouse alfombrado en New York.
Era clara, casi decente, la voz daba instrucciones; se notaba fuereño al dar el número telefónico de forma distinta a la costumbre.
Esa vez la instrucción fue precisa: Ha cumplido su trabajo Hilario, ahora tome el paquete que se encuentra sobre de la mesa en el departamento 104 de la calle 5. En él había suficiente dinero para cambiar de vida.
Lo hizo. Tomó el primer vuelo a Cancún, quemó el expediente con la lista de nombres para su próximo trabajo. Debía dejar todo limpio, nadie notaría su ausencia. La constructora terminaría la obra en unos meses. El “inversionista” recuperaría con creces el capital. Botó el celular en la tina de baño, ropa, cepillo de dientes, llaves del “Audi” rojo que siempre había anhelado.
Frente al espejo una mañana miraba su mejor negocio: Soy Pedro Gómez, vengo de Aguascalientes; ensayaba el discurso para inscribirse en la clase de yoga de una maestra vegetariana. Una clínica construida con lavado de dinero para relajar a los empresarios efímeros del negocio millonario de la pseudoefedrina. Ahí depositó sus angustias, tristezas, melancolía… Suspiraba del letargo en el que lo dejó el tecleo de un piano en el celular; sonaba y la atmósfera se cubría con una secreción de adrenalina, ello hacia ladrar a los perros hasta erizarles el pellejo. Agitaba su corazón y abría su próxima menta. Era la parte que le dolía: haber mezclado un sabor favorito con esos malditos eventos. Ahora estaba condenado a suprimir aquel dulce recuerdo del sabor de las hojas en el campo recién mojado por la copiosa lluvia, morder las suaves, verdes, delicadas hojas de menta que crecían entre el jitomate, el ajonjolí y los matorrales donde encontró un día a su tío haciendo el amor con la vecina Eulalia. Le había gustado mirarle la falda, como meneaba el tableado gris Oxford y el delantal de encajes. Ahora conocía lo que guardaban esos pedazos de tela. De ahí su gusto por los calcetines grises.
En la penumbra van siluetas danzando al jadeo del amor; unos besos juguetones con el dulce de una hoja de menta cuajada de rocío tronando entre los dientes ávidos de ese fresco aroma que emana una lengua traviesa, ansiosa por ensalivar a María.
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Educación, intuición, sentido común, talentos...¿qué más..?
Hola!
Unas preguntas para mi diagnóstico, en busca de un pronóstico.
¿Cuál ha sido el profesor o profesora que más recuerdas?
¿Qué lo hace especial en tu formación académica?
¿Qué anécdotas contarías a tus nietos?
¿Cómo imaginas la escuela ideal?
¿Qué debe enseñarse ahí, cómo, quién, cuánto tiempo, con qué lenguaje, herramientas, cuánto debe costar, qué hace falta, que se nos ha olvidado, cómo incluirlo, qué puertas tocar (sin que te cueste la integridad...)?
...Así, dialogando podríamos sumarnos a la formación de una escuela para la vida, donde se consideren aspectos de nuestra condición humana, la complejidad, llegar a la conciencia como el agua llega a nuestras céluas al ingerirla por necesidad, por educación, para ser saludables.
Intuición, todos la poseemos; pero ¿cómo confiar en ella si nos han enseñado a manejarnos por órdenes, por calificaciones, por cuadros de honor...?
Sentido común.- ¿Cómo se entrena, adquiere, cuál es su función, quiénes lo tenemos, cómo considerarlo, qué peso puede tener en la toma de decisiones? ¿Qué papel juega la cultura en su desarrollo? ¿Cuánto peso tiene el contexto para ser creativo, propositivo, intuitivo, libre, responsable, hábil, generar la capacidad de logro, superar la frustración con trabajo, constancia, tolerancia ó capitalización de los errores?
Talentos.- Nunca imaginé que un autógrafo "para mi Sor Juana
en potencia"de mi maestra Martha Rangel Escamilla en segundo de secundaria, marcara el innicio de mi formación traducida en estas ganas de escribir, caprichos, ideas, tormentos, delirios, cuentos...y algo de mi educación, porque he aprendido que nunca dejamos de aprender...hasta dos horas antes de morir o hasta la muerte.
Unas preguntas para mi diagnóstico, en busca de un pronóstico.
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¿Qué debe enseñarse ahí, cómo, quién, cuánto tiempo, con qué lenguaje, herramientas, cuánto debe costar, qué hace falta, que se nos ha olvidado, cómo incluirlo, qué puertas tocar (sin que te cueste la integridad...)?
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- Madre Ceiba
- Corazón de Ceiba: Lo que un día empezó con una intención, hoy empieza a tomar forma, un espacio para la reflexión, el crecimiento, la creatividad y el fomento a la imaginación, pura o impura, dependerá de cada uno. Podrás venir a Meditar, a comer sabroso, a conversar. Aquí estamos con una linda sombra y un poco de música para acompañar tu experiencia. Vivir con alegría en el corazón y una mente nutrida de amor a la vida. Bienvenidos!
1 comentario:
Hooola Rocio!
Es un gusto andar por aqui saludandote. Ya anduve viendo tu blog. Pues aqui seguimos dando lata a la cultura jejeje. Me dio mucho gusto conversar y convivir contigo, eres genial! Bueno, solo quería saludar y avisarte que ya anduve rondando por aqui de chismoso en tu blog. Cuidate mucho! saludos! atte.
Dave Yaurima
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