Rocío Durand
En la penumbra se escondía un ojo avizor tras la persiana entreabierta, desvencijada. Era de noche, llovía. Podían verse caer rayas, eran veloces gotas tupidas al pasar por el costado de los arbotantes del alumbrado público. El pavimento brillaba como un espejo al refractar los acontecimientos para multiplicar su efecto.
Se escuchó el cierre de una maletilla, luego el celofán y el olor a dulce de menta exhalado por un aliento de pulso acelerado al ritmo de un reloj antiguo al marcar la hora del crimen.
Hilario andaba descuidado, ya no se le veía de guayabera azul claro, rasurada impecable con el dibujo apenas notorio de una hilera delineando su rostro afilado. Sus ojos grandes se sumían de tanto haber llorado, cargaba ojeras de melancolía y dolor.
El sobresalto se apoderaba de él por cualquier insignificancia. No era para menos, después del susto que se llevó al aceptar el trabajo de la oficina virtual en un portal de Internet donde dejó sus datos, un currículum de dos hojas conciso cubrió los requisitos. Le llamaron al celular.
La primera entrevista fue virtual, la pantalla se transformó en el escenario de una hermosa ciudad; desde el piso 128 de un rascacielos y el mar rodeando la isla de Manhatan, ahí un individuo vestía traje gris de caída fina y corbata palo de rosa satinada; le habló de perfil, pasmado, embelesado por el horizonte. Éste le pidió acudir a una oficina de atención a clientes en la plaza principal, le dio una clave para recoger un radio y recibir las tareas e instrucciones de su nueva relación laboral. No había seguro social de por medio, ni la firma de un contrato, era un trabajo de ganarse la confianza, por lo que desarrolló una intuición de alfil en un juego de ajedrez.
La “pizca” ese año había resultado abundante por las lluvias, su familia sembraba maíz pipitilla en un pueblo de Guerrero. Dejó a su mamá y hermanos hacía ya varios años y su padre había muerto en una riña posterior a la fiesta del mezcal. De todo ello sólo conservó el gusto por los calcetines grises, quitarse los zapatos durante el recorrido del autobús a la montaña cuando visitaba a su tío Pedro, el de las historias fantásticas, los cuentos de terror, las leyendas contadas al pie de la Ceiba más antigua del pueblo. Tío Pedro congregaba a chicos y grandes por igual. No había cine, ni televisión, sólo amplios espacios, cantos de grillos, ranas, pájaros y animales de granja.
Esas historias lo acompañaron durante sus idas a la tele secundaria, donde se enamoró de María, la niña de pelo negro y grueso con una trenza de ceda y brillo azabache. Los primeros besos cuando jugaba a pasarse hojitas de menta fueron con María.
En esas andaba recordando, pero ahora Hilario entristecía con facilidad. Esa decisión le había cambiado la vida por completo.
Muchas imágenes lo perseguían. La de mayor impacto fue aquella del tostador eléctrico donde un hombre rapado con el cráneo tatuado, metía dedos amputados para enviar mensajes, sembrar el terror en los familiares y pedir rescate. Tenía pesadillas, imaginaba un collar con ellos colgando, notas de un teclado a manera de tono en su localizador, le anunciaban el cobro exitoso del rescate por medio de aquella voz que lo contrató virtualmente. ¿Qué confusión, dónde empieza la realidad y dónde termina el lado virtual de esta vida?
Nunca supo su nombre.
Huyó, trató a como diera lugar de escapar a esa voz tan amable, dulce que se ofrecía insinuándole los pasos a seguir tal vez desde aquel penthouse alfombrado en New York.
Era clara, casi decente, la voz daba instrucciones; se notaba fuereño al dar el número telefónico de forma distinta a la costumbre.
Esa vez la instrucción fue precisa: Ha cumplido su trabajo Hilario, ahora tome el paquete que se encuentra sobre de la mesa en el departamento 104 de la calle 5. En él había suficiente dinero para cambiar de vida.
Lo hizo. Tomó el primer vuelo a Cancún, quemó el expediente con la lista de nombres para su próximo trabajo. Debía dejar todo limpio, nadie notaría su ausencia. La constructora terminaría la obra en unos meses. El “inversionista” recuperaría con creces el capital. Botó el celular en la tina de baño, ropa, cepillo de dientes, llaves del “Audi” rojo que siempre había anhelado.
Frente al espejo una mañana miraba su mejor negocio: Soy Pedro Gómez, vengo de Aguascalientes; ensayaba el discurso para inscribirse en la clase de yoga de una maestra vegetariana. Una clínica construida con lavado de dinero para relajar a los empresarios efímeros del negocio millonario de la pseudoefedrina. Ahí depositó sus angustias, tristezas, melancolía… Suspiraba del letargo en el que lo dejó el tecleo de un piano en el celular; sonaba y la atmósfera se cubría con una secreción de adrenalina, ello hacia ladrar a los perros hasta erizarles el pellejo. Agitaba su corazón y abría su próxima menta. Era la parte que le dolía: haber mezclado un sabor favorito con esos malditos eventos. Ahora estaba condenado a suprimir aquel dulce recuerdo del sabor de las hojas en el campo recién mojado por la copiosa lluvia, morder las suaves, verdes, delicadas hojas de menta que crecían entre el jitomate, el ajonjolí y los matorrales donde encontró un día a su tío haciendo el amor con la vecina Eulalia. Le había gustado mirarle la falda, como meneaba el tableado gris Oxford y el delantal de encajes. Ahora conocía lo que guardaban esos pedazos de tela. De ahí su gusto por los calcetines grises.
En la penumbra van siluetas danzando al jadeo del amor; unos besos juguetones con el dulce de una hoja de menta cuajada de rocío tronando entre los dientes ávidos de ese fresco aroma que emana una lengua traviesa, ansiosa por ensalivar a María.
sábado, 28 de julio de 2007
Tía Gertrudis
De: Rocío Durand
Que horroroso miedo da la muerte. Tiene bien enojada a Sonrisas, el encanto de reír es suyo como salir el sol en las mañanas frescas, pero hoy se nubla, se adormila deprimida. Lo disimula con cara endurecida, voz de gendarme en órdenes que la alejan de sentirse, para cubrir de una coraza sus tristezas.
Sonrisas visitó a la tía Gertrudis, la vio pálida, ojerosa, cadavérica. El pelo cayendo a mechones como cuando la lluvia se ausenta de los cerros en otoño y los campesinos pichcan el ocoshal por veredas y caminos; así la “quimio” destruye el cáncer pero la consume. Ella escogió morir poco a poco desde siempre.
Tía Gertrudis se puso feliz. Una emoción de niña la ahogaba al ver llegar visitas. La otra tarde se cayó en la regadera, un hematoma le recuerda: ¡eres débil! en el muslo de la pierna derecha.
Qué mendigo miedo morir, hablar siquiera de muerte. A mí no me lleves a visitarla, decía el hijo de Sonrisas cuando acompañaba a su madre. Gertrudis; la tía de los milagros la cuidó tantas veces de niña que no podía esperar a abrazarla. No quería que le ganara el frío y la hiciera pasar más tristezas, nostalgia o melancolía de guardarse el abrazo para la vida después de esta vida. Sentía que a la tía Gertrudis, como a un pajarito humilde, tierno, dejaría de latirle el corazón. Llegó y, el abrazo. Duró por mil segundos haciéndolas sentir un solo ser, con todo el amor que cabe en un suspiro se la apretaba al pecho para meterse en el de ella y pasarle la vida que se le estaba “yendo” por grutas y recovecos del muro cruel que construyó su soledad. “Míjita” decía: La soledad me mató. Y su voz iba desgarrando el espacio de la conversación. Ahí mijita, sus ojos se rasgaban de incomprensión, de dolor del alma. Cómo extrañaba el abrazo avivador, ese como el que le pidió con su mirada al ir al miércoles de ceniza, iban muy juntas casi siamesas, aunque la fila era de a uno en uno y Sonrisas la soltó para formarse tras ella, entonces Gertrudis volteó su mirada a buscarla, ella de nuevo la abrazo y el padre no tuvo más remedio que ser flexible. Es que tía Gertrudis había salido apenas de una neumonía por ir sola al pueblo a arreglar sus asuntos pendientes. Sonrisas se sentó a su lado engarzada a su cuerpo todo el tiempo, la escuchó. Era mejor escucharla que gritarle novedades de familia a la oreja y mirar su entrecejo fruncido de saberse herida, lastimada por alguna palabra, más imaginaria que real, desde su limitado mundo.
Que me inyecten, que me cuenten otras cosas, no quiero enterarme de esos problemas. Uno a uno comentaban los familiares y la dejaban más sola cada día. El tío “Mochila” se llenó de vigor para cuidarla, mantuvo un optimismo festivo frente a ella. La compañía con un cálido e incondicional amor de hermano. Maestro en ocultar sus sentimientos, siempre tuvo una relación secreta que lo obligó a callar, a conversar de cosas externas y sin importancia. Nunca se supo cuánto sufrió cuando perdió a su compañero, nadie lo supo. El tío “Mochila” llevaba a Sonrisas y a sus hermanitos menores al río Churubusco antes que lo entubaran para hacer la avenida a cortar dientes de león para soplarles y pedir deseos, cada semillita se encargaría de sembrar las intenciones sobre la tierra fértil regada por el río. Parecía un ritual donde podían bendecir el agua, pedir por sus logros y dificultades, era un espacio amoroso de libertad donde el leguaje de niños lo impregnaba todo.
Gozaba ir al rancho, a la huerta a cortar manzanas rayadas, perones, duraznos, traía cajas con esa tradición para darle de comer a su familia. Licor de Catorce Tortillas y pan de “Zacatlán de las manzanas”, ojos de pancha, almohadas rellenas de requesón, cuelgas con letreros de cariño untadas de huevo. Ella misma cortaba muchas veces sus manzanas como si cortara uno a uno sus recuerdos y al juntarlos le volvía la vida, los mimos, los baños azufrosos de Chignahuapan. Quería demostrar su cariño porque hacía muchos años que su mundo era un infierno donde entró el diablo de la sordera que la hizo imaginar mil trescientos quince problemas, la hacía gritar y discutir. Sólo era feliz en la huerta de manzanas que le dejó su madre cuando murió. Ahí soñaba, se dejaba acariciar por el viento al caminar con sus botas por el monte. Recogía la cosecha en cajas de madera: manzanas, perones, duraznos, capulines, alguno que otro hongo para asarlo en el comal con salsa y tortillas que doña Amelia preparaba. Ella adoraba a su madre, la extrañó tanto cuando partió de éste mundo. Le ayudó a no morir en aquel tiempo cuando se casó la hermana menor. Ahora Gertrudis conocía ese sufrimiento. Se le casó la única hija con buen mozo, quedando sola, completamente sola pero no; el infierno la acompañó y crecía en culpas, errores, misterios, que cultiva en silencio el cruel abandono de la soledad. Trataba de encontrar amigas al ir a misa y dedicarse a rezar, cambiar ese tormento por un discurso de ángeles, de vírgenes, de santos de inmaculado andar.
A quién se le ocurre morir. Que nadie muera. Para eso no se hacen planes, nunca se piensa en morir.
Quiero llevarme a tía Gertrudis frente al mar, a sentirse abrazada por el inmenso mar que la ha mirado pequeña desde siempre.
Quiero ir volando a ver a tía Gertrudis, regalarle un baño de burbujas como el que me daba de pequeña y peinarla de anchoas y contarle que es la mujer más bella del mundo. Qué mujer, porte altivo, elegante y pausado andar, ligero. Su nariz tan respingada fue su orgullo siempre. Qué hermosa tía decía Sonrisas, al recordar una a una las anécdotas de sus cuidados. La tía soltera, la cuidó de los moscos para que no la picaran, le prestó su pijama cuando la mamá de Sonrisas se iba de viaje. La invitó al cine a ver su primera película de adolescentes, le compró gaznates. Adornó incontables minutos de niña con flores verbales. Qué mujer. ¡Qué hermosura de mujer!
La otra tarde Gertrudis no descansaba, estaba preocupada su gesto lo decía. Hasta que llegó el padre a platicar con ella. “Padre: Me cae mal la enfermera, no me trata bien”. En su casa los cuidados tenían que ser más constantes. La preocupación crecía con todo lo que guardaba bajo la cama. Había cajas, cajitas, cajones con recuerdos, fotografías, amuletos, regalos, detalles que trajo de cada lugar que visitó en su juventud. La cama de tía Gertrudis era un “cofre del tesoro”. Ahí, se olvidó el tiempo pero ella no de aquel apuesto galán que la cortejaba. Gertrudis guardó cada carta de amor, cada prendedor, flores entre los libros, fragancias intocables como para esperar el momento de ser utilizadas a su lado. Manuel, un buen día, no regresó. Para ella fue un golpe que la llevó a su primera muerte en vida de las posteriores. Año tras año, miró el calendario sin noticias. Hasta que llamaron a la puerta. Era el hermano de Manuel con la tristeza colgando en los hombros. Un río interminable se volvió la mirada de Gertrudis. Lloró cada gota de aquel amor hasta secarse, hasta olvidarse de ella misma.
Otro día la hija de Gertrudis buscó en el garaje entre montañas de cajas, a ciegas porque se sabía cada rincón en la penumbra, cuando de pronto tuvo una extraña sensación; entre sus dedos un objeto informe y duro la sorprendió. Prendió la luz. Se aproximó a la caja que algún día contuvo frituras y se escuchó el grito… ¡Mamá… qué es eso! Gritó desesperada por toda la escalera al subir al cuarto de su madre. Mamá: ¿que hay en una caja en el garaje? Ese no es tu problema, a ti que te importa y comenzaba la discusión. Su ensordecido mundo le hacía tener un modo tajante para terminar de discutir y gritar. Cuando llegó la hermana de Gertrudis, Andrea le suplicó que indagara al respecto. Que pasa hermanita, porqué tanto misterio. Mira hermana, es nuestro abuelito Daniel. Cuando fui Zacatlán, me pidieron el terreno donde estaba sepultado, me lo traje con los papeles. Ya lo iba a dejar con nuestra madre en la capillita del panteón pero no he tenido tiempo. ¡Pa´ qué tanto irigote! Hay hermanita. Por favor llévalo tú. ¿Te acuerdas cómo lo cuidamos juntas? Casi se nos caía para acompañarlo a merendar y levantarlo de la cama. Jijiji. Empezaban a reír por las travesuras de niñas. Porque Gertrudis y María fueron las niñas más felices del planeta en aquel pueblo, en el rancho jugaron “Ichcalahuich” era cuando subían a la punta del cerro el ocochal formaba una resbaladilla y con una hoja de maguey se resbalaban por la empinada cumbre con sus amiguitos de la primaria.
A que maldita muerte, como dueles, como no te vas hoy para siempre.
¡Ay, tía Gertrudis! No te vayas todavía. Déjame acostumbrar al silencio, a la soledad, encontrar la vacuna para que no duela tu ausencia.
Tía Gertrudis, se asoma en los balcones del atardecer, mira como el sol naranja se oculta y el mar cena ese placer cada día. Entonces se ilumina cada rincón entre sus sienes, cada recoveco en su corazón se llena de luz y calor a la unión cósmica. En cada colibrí vive el corazón de tía Gertrudis.
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Café y Cigarrillos
Hubo una vez en Acapulco Guerrero, el 8 de Febrero de 2006, un 2° Concurso de Reseña fílmica “Mira, siente y escribe.” Con este texto,gané un honrroso tercer lugar. Por algo se empieza.
Película: “Café y cigarrillos”
Director: Jim Jamusch
Duración: 95 min
Por: María del Rocío Durand Cercas
¡Que aburrido, mejor me salgo!, bueno, (pensé) ¿Porqué no me atrapa? Entonces caí en cuenta. Mi percepción: Creo que las personas que fuman dan muchas vueltas para decirse su verdad. No profundizan. Cada caso es único, también loco, raro.
Once historias, cada una se desarrolla en el transcurso de una canción. Actores famosos algunos, otros tan sencillos como los mismos famosos revestidos de cotidianidad.
Darse cuenta de la lucha de poder entre conocidos, de la forma de resolver en lo virtual la vida, entre el humo y lo negro del reflejo de la taza de café.
El cigarro es compañero, es parte del texto, es el pretexto para la compañía, el placer de la adicción, la negación, son el juego de contarse mentiras, cada quien la suya, para soportar la carga en que puede convertirse la vida. La frustración escrita con el humo de la exhalación, el cosmos la disuelve, la mezcla con la realidad: el oxígeno.
La muerte silenciosa y placentera de fumar y tomar café, la vida en gris, la vida en blanco y negro, la negra vida.
¿Un cigarrillo? No gracias (y en automático la mano abre la cajetilla y lo extrae) ya no fumo.
Es como estar en el discurso con el otro sin ese interlocutor, como nos transmitió su locura Carlos Ancira en “El diario de un loco” ¿Había motivo para tanto decir, para tanto enojo, para tanta ansiedad, esquizofrenia…? Loco como el que fuma metido en su mundo virtual cargado de sus propios efectos especiales, los caminos de las mismas soluciones, la rutina, la resignación del mismo significado, inhalar y exhalar los mismos cuentos, los que cada uno nos contamos. ¡Qué locos!
Película: “Café y cigarrillos”
Director: Jim Jamusch
Duración: 95 min
Por: María del Rocío Durand Cercas
¡Que aburrido, mejor me salgo!, bueno, (pensé) ¿Porqué no me atrapa? Entonces caí en cuenta. Mi percepción: Creo que las personas que fuman dan muchas vueltas para decirse su verdad. No profundizan. Cada caso es único, también loco, raro.
Once historias, cada una se desarrolla en el transcurso de una canción. Actores famosos algunos, otros tan sencillos como los mismos famosos revestidos de cotidianidad.
Darse cuenta de la lucha de poder entre conocidos, de la forma de resolver en lo virtual la vida, entre el humo y lo negro del reflejo de la taza de café.
El cigarro es compañero, es parte del texto, es el pretexto para la compañía, el placer de la adicción, la negación, son el juego de contarse mentiras, cada quien la suya, para soportar la carga en que puede convertirse la vida. La frustración escrita con el humo de la exhalación, el cosmos la disuelve, la mezcla con la realidad: el oxígeno.
La muerte silenciosa y placentera de fumar y tomar café, la vida en gris, la vida en blanco y negro, la negra vida.
¿Un cigarrillo? No gracias (y en automático la mano abre la cajetilla y lo extrae) ya no fumo.
Es como estar en el discurso con el otro sin ese interlocutor, como nos transmitió su locura Carlos Ancira en “El diario de un loco” ¿Había motivo para tanto decir, para tanto enojo, para tanta ansiedad, esquizofrenia…? Loco como el que fuma metido en su mundo virtual cargado de sus propios efectos especiales, los caminos de las mismas soluciones, la rutina, la resignación del mismo significado, inhalar y exhalar los mismos cuentos, los que cada uno nos contamos. ¡Qué locos!
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viernes, 13 de julio de 2007
Pedagogía ejecutiva
Por: Rocío Durand
Para construirme elegí
Darle un giro a mi vida
Para conocerme elegí
Estudiar pedagogía.
Buena o mala madre
Aceptación o rechazo social
Belleza estética o
Ermitaño maltrecho y dolido…
Todas decisiones por tomar.
Elegí pedagogía
Por lo ejecutiva de mi existencia
Niña índigo no existía
Ni mucho menos con ADD – TDAH
Pedagogía ejecutiva como síntesis de:
Pedagogía de las decisiones,
De la transformación por conciencia,
De las acciones, las discusiones, la met.amor.fosis.
Pedagogía de los procesos,
La iluminación, el desencanto
Pedagogía del enamoramiento como método,
Del amor al maestro, al Pigmaleón, al Nazareno.
Del descubrimiento, la motivación
La imitación del discurso
La innovación por mejorar un contexto
La adaptación, la necesidad de cambio,
La comprensión de la limitación,
El deseo de trascendencia,
La omisión inconsciente y
El pago del precio en el balance de la evaluación
El constructivismo
Desplaza la figura del maestro
Pero no del amor
Ni de su proceso.
Pedagogía ejecutiva
Donde las caricias alcanzan el corazón, donde la energía
Es la síntesis, la capacidad de selección, organización, interpretación de lecturas como Ausubel, Mayer, Piaget, Vigotsky, Kohlberg, Moran, Thierry, Moreno Osornio, Tamayo, Mata, Ilich, Escobedo, Vasconcelos, Sócrates, Cristo, Buda, Teresa de Calcuta, donde el amor sana los huesos con aceptación, silencio, tolerancia, inclusión, análisis, síntesis, introspección.
Donde la sinergia crea un aprendizaje colectivo,
Da disposición, esperanza, empatía,
Búsqueda científica de la poesía
Para educar a la persona desde el corazón.
Para construirme elegí
Darle un giro a mi vida
Para conocerme elegí
Estudiar pedagogía.
Buena o mala madre
Aceptación o rechazo social
Belleza estética o
Ermitaño maltrecho y dolido…
Todas decisiones por tomar.
Elegí pedagogía
Por lo ejecutiva de mi existencia
Niña índigo no existía
Ni mucho menos con ADD – TDAH
Pedagogía ejecutiva como síntesis de:
Pedagogía de las decisiones,
De la transformación por conciencia,
De las acciones, las discusiones, la met.amor.fosis.
Pedagogía de los procesos,
La iluminación, el desencanto
Pedagogía del enamoramiento como método,
Del amor al maestro, al Pigmaleón, al Nazareno.
Del descubrimiento, la motivación
La imitación del discurso
La innovación por mejorar un contexto
La adaptación, la necesidad de cambio,
La comprensión de la limitación,
El deseo de trascendencia,
La omisión inconsciente y
El pago del precio en el balance de la evaluación
El constructivismo
Desplaza la figura del maestro
Pero no del amor
Ni de su proceso.
Pedagogía ejecutiva
Donde las caricias alcanzan el corazón, donde la energía
Es la síntesis, la capacidad de selección, organización, interpretación de lecturas como Ausubel, Mayer, Piaget, Vigotsky, Kohlberg, Moran, Thierry, Moreno Osornio, Tamayo, Mata, Ilich, Escobedo, Vasconcelos, Sócrates, Cristo, Buda, Teresa de Calcuta, donde el amor sana los huesos con aceptación, silencio, tolerancia, inclusión, análisis, síntesis, introspección.
Donde la sinergia crea un aprendizaje colectivo,
Da disposición, esperanza, empatía,
Búsqueda científica de la poesía
Para educar a la persona desde el corazón.
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VIAJE DE UN ÁGUILA
VISION QUEST
POR: Rocío Durand
Vuelas en picada,
te acercas al polvo,
arrastras tu ánimo de príncipe abatido,
el pelo suelto cubre tu cara de bronce y ámbar;
con la mirada envuelvo tu silueta cansada,
te acaricio, a lo lejos te alcanzo,
acompañarte es mi deleite sin percatarte de ello.
¡cómo me duele tu dolor!
escucho que emana de tu inagotable ser,
la derrota se hace presente en tu mirada
la exhalación de animal caído busca un refugio,
respondo.
Mirándote, puedes sentirme sin hablar.
Amor, estás aquí.
Dispuesta a sanar tus pesares
me inclino ante el altar y uno mis manos
en señal de entrega al cosmos,
al inagotable más allá que nos observa.
Comienzo a sanar tus heridas,
las que veo y las que no puedo tocar
que por dentro te consumen.
Me tomas, entrelazamos las manos,
penetran mis ojos tu mirada de águila
me transporta…evoca a la hechicera que te adora.
Tiras del cinto que sujeta mi ropaje,
mi cuerpo brilla dorado por el sol,
tus ojos de zafiro reflejan el crepúsculo…
la atmósfera se prende acompasando aromas de jazmín
que el viento lleva y trae.
La humedad del momento nos incita,
hundes tus dedos urgidos en mi vientre
recorres mi universo.
Me hidratas con tus besos, me idolatras.
llego a ti en cataclismo de pasión.
nuestro jadeo sonoro, rítmico, se apodera de la entrega
que en el rozar de cuerpos
sube al clímax de la creación.
Un beso como espora
dosifica el retorno;
sublime contacto de unión cósmica.
Ave incansable del paraíso,
me devoras y llevas en tus entrañas,
ya emplumado mi rostro,
el trance de tu amor
hace posible el desprendimiento del cuerpo.
Vuelas, te atreves, desafías la gravedad,
visitas lo inalcanzable y tocas el lado herido de la verdad,
de la búsqueda frustrada: el amor, lo no pensado.
Retornas con el alma plena.
compartes tus dones de príncipe alado
con tu diosa de amor.
Hechiceros de fuego,
alquimistas del cansancio y la batalla,
del miedo a la oscuridad,
nos fundimos.
¡Existimos! Somos lo mismo.
Te siento en mí y tú en ti…
el universo entero festeja,
crea y recrea nuestro sentir…
se expande vivo, sonoro, ligero.
Sutil es el efecto seductor
que nos abraza a diario,
al tener un orgasmo la creación,
nos demos cuenta o no.
¡Todos somos alquimistas
y hechiceros!
POR: Rocío Durand
Vuelas en picada,
te acercas al polvo,
arrastras tu ánimo de príncipe abatido,
el pelo suelto cubre tu cara de bronce y ámbar;
con la mirada envuelvo tu silueta cansada,
te acaricio, a lo lejos te alcanzo,
acompañarte es mi deleite sin percatarte de ello.
¡cómo me duele tu dolor!
escucho que emana de tu inagotable ser,
la derrota se hace presente en tu mirada
la exhalación de animal caído busca un refugio,
respondo.
Mirándote, puedes sentirme sin hablar.
Amor, estás aquí.
Dispuesta a sanar tus pesares
me inclino ante el altar y uno mis manos
en señal de entrega al cosmos,
al inagotable más allá que nos observa.
Comienzo a sanar tus heridas,
las que veo y las que no puedo tocar
que por dentro te consumen.
Me tomas, entrelazamos las manos,
penetran mis ojos tu mirada de águila
me transporta…evoca a la hechicera que te adora.
Tiras del cinto que sujeta mi ropaje,
mi cuerpo brilla dorado por el sol,
tus ojos de zafiro reflejan el crepúsculo…
la atmósfera se prende acompasando aromas de jazmín
que el viento lleva y trae.
La humedad del momento nos incita,
hundes tus dedos urgidos en mi vientre
recorres mi universo.
Me hidratas con tus besos, me idolatras.
llego a ti en cataclismo de pasión.
nuestro jadeo sonoro, rítmico, se apodera de la entrega
que en el rozar de cuerpos
sube al clímax de la creación.
Un beso como espora
dosifica el retorno;
sublime contacto de unión cósmica.
Ave incansable del paraíso,
me devoras y llevas en tus entrañas,
ya emplumado mi rostro,
el trance de tu amor
hace posible el desprendimiento del cuerpo.
Vuelas, te atreves, desafías la gravedad,
visitas lo inalcanzable y tocas el lado herido de la verdad,
de la búsqueda frustrada: el amor, lo no pensado.
Retornas con el alma plena.
compartes tus dones de príncipe alado
con tu diosa de amor.
Hechiceros de fuego,
alquimistas del cansancio y la batalla,
del miedo a la oscuridad,
nos fundimos.
¡Existimos! Somos lo mismo.
Te siento en mí y tú en ti…
el universo entero festeja,
crea y recrea nuestro sentir…
se expande vivo, sonoro, ligero.
Sutil es el efecto seductor
que nos abraza a diario,
al tener un orgasmo la creación,
nos demos cuenta o no.
¡Todos somos alquimistas
y hechiceros!
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Breve ensayo para encontrar las causas de un reclamo.
Había escuchado el comentario:
“no puedes pedir a un niño de kinder
que comprenda situaciones
de uno de primaria o secundaria”.
Pero entender no basta,
en su interior se daba cuenta
que la vida no es solamente
tener un cúmulo de conceptos
en libros leídos y por leer.
Eligió pagar un tratamiento psicológico,
en cuanto consiguió su primer trabajo.
La transculturización de su familia,
le acarreaba una serie de contradicciones.
Inteligente, ágil;
maltratada desde niña,
marcados en su espíritu
llevaba golpes y encierros.
Castigos por ser inquieta y bonita.
baños en agua caliente
como para pelar un pollo,
si el temor la encerraba en su aposento
y mojaba la cama.
La práctica de comer verduras,
evitar la carne,
le trajo amibiasis y anemia
era muy niña para la autoayuda,
dependía del menú familiar.
Cambió de religión,
investigó por todas partes
donde hubiera un bálsamo para la locura.
hasta que Mariana decidió imitar a la gente “normal”
y se casó.
“no puedes pedir a un niño de kinder
que comprenda situaciones
de uno de primaria o secundaria”.
Pero entender no basta,
en su interior se daba cuenta
que la vida no es solamente
tener un cúmulo de conceptos
en libros leídos y por leer.
Eligió pagar un tratamiento psicológico,
en cuanto consiguió su primer trabajo.
La transculturización de su familia,
le acarreaba una serie de contradicciones.
Inteligente, ágil;
maltratada desde niña,
marcados en su espíritu
llevaba golpes y encierros.
Castigos por ser inquieta y bonita.
baños en agua caliente
como para pelar un pollo,
si el temor la encerraba en su aposento
y mojaba la cama.
La práctica de comer verduras,
evitar la carne,
le trajo amibiasis y anemia
era muy niña para la autoayuda,
dependía del menú familiar.
Cambió de religión,
investigó por todas partes
donde hubiera un bálsamo para la locura.
hasta que Mariana decidió imitar a la gente “normal”
y se casó.
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De los motivos del lobo...
De “Los motivos del lobo”…
ó como manejar los procesos de transferencia en una relación maestro alumna y viceversa”
(Sin pretender ser un recetario…ni un rosario).
por
Rocío Durand Cercas
Nada era parecido a verla pasar
inocente, divina, angelical.
Seguir sus pasos a donde fuera.
Recato y cultura la resguardaban como muralla hermética
construida por el prejuicio paterno,
un castillo de la pureza edificado por el taladro de la moral
que la penetró hasta el inconsciente.
Tú, mientras tanto; maestro,
lidiaste con la expectativa lejana a su percepción
de librar una batalla imaginaria al verle a diario
y sobreponerte al deseo de poseer su cuerpo.
El malestar en nuestra cultura
navegaba dueño del todo,
emoción subyugada ante la dolorosa espera.
Una semilla flota en el espacio,
deseando colmar los vientres quinceañeros
del semen animal impuesto a la costumbre
de ser el macho fiel a sus instintos.
¿Dónde hay un ser pensante?
abortada conciencia, amordazada, maniatada con políticas,
quedó relegada por la necesidad, el pago.
¿Es posible… minimizar, anular? Si.
Todo intento quedó arrollado por el “fuerte”,
el galán, el impuesto por los “usos y costumbres”
de algunos machos maquiavélicos
que confabularon en la tertulia bohemia
posiciones y jugadas futuras,
trampas en la calificación, el mensaje por celular,
el acoso de la invitación a comer, para hacer caer alumnas
en su guarida y lograr con ello
la satisfacción de su objeto de deseo.
Observar el presente, con nostalgia.
ideación en retrospectiva; vida…
lamentar tan pocos referentes para tomar decisiones,
poca lectura, vida social, noviazgos…
todo neutralizó la cordura,
cerró la puerta al amoroso juez
al que no aceptó entrar al juego,
que velaba por el amor abierto a la enseñanza,
al ser que regala espacios de crecimiento, reflexión, expansión
al motivar la expresión y construir con senderos de conversación
un lugar en la conciencia de re evaluación y co-escucha.
Y quedó sin fuerza, bajo la decepción,
Una notificación por correo electrónico
De jerárquica decisión,
le puso la cara de cristo,
de humilde ante la impotencia,
atravesado por la necesidad no resuelta;
la carencia, el ascenso y el aumento de sueldo
guardado en el cajón de los premios y castigos.
Quedar como “de hombro, de paño de lágrimas”
para el que se marcha al ser sorprendido por acoso,
actuación equivocada,
pero…ya arrepentido, verle vivo, intacto,
tras la coraza del signo del amen,
del supuesto catártico rezo, la eterna evocación de un perdón,
que fomenta el ego religioso.
Sufrir al ver el fruto de la admiración
avalada por “el diálogo fe cultura”,
impotente, ante el maquillaje de aquella invasión bárbara,
¿causa indignación, enojo, deseos de manifestarlo?
La conciencia se vuelve laxa, dispersa, distante y distinta.
Un ángel de aquellas aulas habló,
comparte:
Si de pronto pudiera volver el tiempo atrás,
te daría las gracias…
por regalarme la posibilidad de elegir,
en medio de tu sentir oceánico,
lidiar con tu contención al no dejarme sentir
la incomodidad de “elegir” donarme a ti
por complacencia sutil.
He de confesar que sentía deseos
de sanar con besos al “ser de luz”
que me regalaba filosofía viva…
y ampliaba mi visión del mundo
al grado de quererte abrazar hasta con mis muslos
y a horcajadas quedarme de ti enamorada.
Te daría las gracias,
por no violentar mi decisión,
por no adueñarte del deseo
pasajero bajo mi piel;
Te daría las gracias,
porque tu abstinencia resguardó
el regalo de tenerte confianza,
la apreciación de mi misma.
Me regalaste el bendito momento de escoger
y acompañarme… con la tristeza mordiendo tus labios,
tras mi cruel decisión, sin enojarte;
de no ser tú quien finalmente
se quedara con ese abrazo de amor
aterrizado en mis primeros orgasmos.
Gracias Maestro por dejarme crecer a mi tiempo
y acompañarme en el conocimiento de mi condición humana
sin quedarte aquí en mi yugular
viviendo de mi juventud y de mí sangre.
Puedes mirarme, admirarme, lo que quieras.
Te regalo mi presencia, puedes quedarte con el deseo,
ese que a media tarde,
con la luz del sol reflejada en tus ojos,
te hace lucir más joven cada día.
Tal vez despiertes de tu sueño una mañana,
ahogado de besos,
empapado de amor
embelezado de sexo…
como señal de que tu espíritu emigró
viajó por el espacio cósmico
donde las almas se entregan en una fiesta al amor
iluminando con sus destellos
el manto oscuro de la noche.
ó como manejar los procesos de transferencia en una relación maestro alumna y viceversa”
(Sin pretender ser un recetario…ni un rosario).
por
Rocío Durand Cercas
Nada era parecido a verla pasar
inocente, divina, angelical.
Seguir sus pasos a donde fuera.
Recato y cultura la resguardaban como muralla hermética
construida por el prejuicio paterno,
un castillo de la pureza edificado por el taladro de la moral
que la penetró hasta el inconsciente.
Tú, mientras tanto; maestro,
lidiaste con la expectativa lejana a su percepción
de librar una batalla imaginaria al verle a diario
y sobreponerte al deseo de poseer su cuerpo.
El malestar en nuestra cultura
navegaba dueño del todo,
emoción subyugada ante la dolorosa espera.
Una semilla flota en el espacio,
deseando colmar los vientres quinceañeros
del semen animal impuesto a la costumbre
de ser el macho fiel a sus instintos.
¿Dónde hay un ser pensante?
abortada conciencia, amordazada, maniatada con políticas,
quedó relegada por la necesidad, el pago.
¿Es posible… minimizar, anular? Si.
Todo intento quedó arrollado por el “fuerte”,
el galán, el impuesto por los “usos y costumbres”
de algunos machos maquiavélicos
que confabularon en la tertulia bohemia
posiciones y jugadas futuras,
trampas en la calificación, el mensaje por celular,
el acoso de la invitación a comer, para hacer caer alumnas
en su guarida y lograr con ello
la satisfacción de su objeto de deseo.
Observar el presente, con nostalgia.
ideación en retrospectiva; vida…
lamentar tan pocos referentes para tomar decisiones,
poca lectura, vida social, noviazgos…
todo neutralizó la cordura,
cerró la puerta al amoroso juez
al que no aceptó entrar al juego,
que velaba por el amor abierto a la enseñanza,
al ser que regala espacios de crecimiento, reflexión, expansión
al motivar la expresión y construir con senderos de conversación
un lugar en la conciencia de re evaluación y co-escucha.
Y quedó sin fuerza, bajo la decepción,
Una notificación por correo electrónico
De jerárquica decisión,
le puso la cara de cristo,
de humilde ante la impotencia,
atravesado por la necesidad no resuelta;
la carencia, el ascenso y el aumento de sueldo
guardado en el cajón de los premios y castigos.
Quedar como “de hombro, de paño de lágrimas”
para el que se marcha al ser sorprendido por acoso,
actuación equivocada,
pero…ya arrepentido, verle vivo, intacto,
tras la coraza del signo del amen,
del supuesto catártico rezo, la eterna evocación de un perdón,
que fomenta el ego religioso.
Sufrir al ver el fruto de la admiración
avalada por “el diálogo fe cultura”,
impotente, ante el maquillaje de aquella invasión bárbara,
¿causa indignación, enojo, deseos de manifestarlo?
La conciencia se vuelve laxa, dispersa, distante y distinta.
Un ángel de aquellas aulas habló,
comparte:
Si de pronto pudiera volver el tiempo atrás,
te daría las gracias…
por regalarme la posibilidad de elegir,
en medio de tu sentir oceánico,
lidiar con tu contención al no dejarme sentir
la incomodidad de “elegir” donarme a ti
por complacencia sutil.
He de confesar que sentía deseos
de sanar con besos al “ser de luz”
que me regalaba filosofía viva…
y ampliaba mi visión del mundo
al grado de quererte abrazar hasta con mis muslos
y a horcajadas quedarme de ti enamorada.
Te daría las gracias,
por no violentar mi decisión,
por no adueñarte del deseo
pasajero bajo mi piel;
Te daría las gracias,
porque tu abstinencia resguardó
el regalo de tenerte confianza,
la apreciación de mi misma.
Me regalaste el bendito momento de escoger
y acompañarme… con la tristeza mordiendo tus labios,
tras mi cruel decisión, sin enojarte;
de no ser tú quien finalmente
se quedara con ese abrazo de amor
aterrizado en mis primeros orgasmos.
Gracias Maestro por dejarme crecer a mi tiempo
y acompañarme en el conocimiento de mi condición humana
sin quedarte aquí en mi yugular
viviendo de mi juventud y de mí sangre.
Puedes mirarme, admirarme, lo que quieras.
Te regalo mi presencia, puedes quedarte con el deseo,
ese que a media tarde,
con la luz del sol reflejada en tus ojos,
te hace lucir más joven cada día.
Tal vez despiertes de tu sueño una mañana,
ahogado de besos,
empapado de amor
embelezado de sexo…
como señal de que tu espíritu emigró
viajó por el espacio cósmico
donde las almas se entregan en una fiesta al amor
iluminando con sus destellos
el manto oscuro de la noche.
jueves, 12 de julio de 2007
"Las abuelas se van porque no las escuchan"
Por: Rocío Durand
Las abuelas se van porque no las escuchan,
emigran a lugares donde pueden hablar con el cielo,
los montes, la lluvia, el atardecer.
Las abuelas se meten en los sueños, entre los niños,
los abrazan, los llenan de amor, los embalsaman para la vida.
Mi abuela, mi tía abuela, mi amiga abuela,
luchan, se desviven por estar donde las necesitan,
aunque los que las necesiten no tomen en cuenta sus esfuerzos.
Y es que esos esfuerzos son tan sutiles…
cargados de amor que dejan seguir viviendo,
aunque se viva en el error.
Porque las abuelas no juzgan,
aman a pesar de las circunstancias,
aprenden el lenguaje distinto del amor,
de la tolerancia.
Son sabias guardianas de secretos, amores e ilusiones.
Las abuelas son tejedoras de angustias,
catalizadoras del desastre,
remedio casero para la frustración.
Inspiración, cariño, visión cósmica.
Son vírgenes siempre,
porque estuvieron ahí
para transformar el pecado con los años…
en sabiduría divina, porque nunca se olvidaron de amar
y el amor lo cura todo.
Las abuelas son ecologistas,
todo lo transforman, guardan, reciclan
y perciben de mil maneras;
lo multiplican… son como los cinco panes y dos peces de Cristo.
Saben hacer rendir una olla de frijoles,
darle sazón a la vida, sabor a los momentos.
Llevan dulces y tienen chocolates guardados en el cajón para sus sobrinos.
Las abuelas son el motor de la vida.
Hay algunos seres que se dejan poseer
por el corazón de su abuela.
Entonces, hablan desde el corazón,
llenan la ciencia de conciencia,
la teoría de lucha, de transformación, de sentido, de cambio.
Los seres pensantes que se dejaron poseer por sus abuelas,
son los mayores del pueblo; los ancianos.
Líderes sutiles que dejan a un lado los arrebatos,
las malas palabras, los enojos.
Ya no discuten.
Dialogan, piensan, sienten
y no hacen que sienten porque sus cuerpos son ligeros para sentirlo todo.
El negocio de la harina y el azúcar van de pique,
porque los guardianes de los pueblos
ya no comen dulces industriales.
Los enfermaron. Enfermaron a su gente
de angustia, depresión.
Los anestesiaron con el sueño de tener cosas,
cosas y más cosas para engordar
sus cuentas del banco; sus economías.
Quiero ser una abuela.
Comer poquito, mirar, mirar…
mirarlo todo y callarlo todo.
Una abuela que sabe su tiempo de morir
y… sale de casa para dejarse comer por el oso
para regresar a sus seres queridos
cuando ellos cacen al oso y se lo coman.
Mi hermana está con las abuelas… mirándolo todo. No es que sean como Dios. Son de verdad, están, escuchan, miran, sienten. ¡Luchan!
Las abuelas se van porque no las escuchan,
emigran a lugares donde pueden hablar con el cielo,
los montes, la lluvia, el atardecer.
Las abuelas se meten en los sueños, entre los niños,
los abrazan, los llenan de amor, los embalsaman para la vida.
Mi abuela, mi tía abuela, mi amiga abuela,
luchan, se desviven por estar donde las necesitan,
aunque los que las necesiten no tomen en cuenta sus esfuerzos.
Y es que esos esfuerzos son tan sutiles…
cargados de amor que dejan seguir viviendo,
aunque se viva en el error.
Porque las abuelas no juzgan,
aman a pesar de las circunstancias,
aprenden el lenguaje distinto del amor,
de la tolerancia.
Son sabias guardianas de secretos, amores e ilusiones.
Las abuelas son tejedoras de angustias,
catalizadoras del desastre,
remedio casero para la frustración.
Inspiración, cariño, visión cósmica.
Son vírgenes siempre,
porque estuvieron ahí
para transformar el pecado con los años…
en sabiduría divina, porque nunca se olvidaron de amar
y el amor lo cura todo.
Las abuelas son ecologistas,
todo lo transforman, guardan, reciclan
y perciben de mil maneras;
lo multiplican… son como los cinco panes y dos peces de Cristo.
Saben hacer rendir una olla de frijoles,
darle sazón a la vida, sabor a los momentos.
Llevan dulces y tienen chocolates guardados en el cajón para sus sobrinos.
Las abuelas son el motor de la vida.
Hay algunos seres que se dejan poseer
por el corazón de su abuela.
Entonces, hablan desde el corazón,
llenan la ciencia de conciencia,
la teoría de lucha, de transformación, de sentido, de cambio.
Los seres pensantes que se dejaron poseer por sus abuelas,
son los mayores del pueblo; los ancianos.
Líderes sutiles que dejan a un lado los arrebatos,
las malas palabras, los enojos.
Ya no discuten.
Dialogan, piensan, sienten
y no hacen que sienten porque sus cuerpos son ligeros para sentirlo todo.
El negocio de la harina y el azúcar van de pique,
porque los guardianes de los pueblos
ya no comen dulces industriales.
Los enfermaron. Enfermaron a su gente
de angustia, depresión.
Los anestesiaron con el sueño de tener cosas,
cosas y más cosas para engordar
sus cuentas del banco; sus economías.
Quiero ser una abuela.
Comer poquito, mirar, mirar…
mirarlo todo y callarlo todo.
Una abuela que sabe su tiempo de morir
y… sale de casa para dejarse comer por el oso
para regresar a sus seres queridos
cuando ellos cacen al oso y se lo coman.
Mi hermana está con las abuelas… mirándolo todo. No es que sean como Dios. Son de verdad, están, escuchan, miran, sienten. ¡Luchan!
Etiquetas:
abuelas,
lenguaje del amor,
luchan
Naturaleza a 35°
Rocío Durand
Miró dentro del maletín de mimbre para evitar que un olvido la hiciera cambiar de estrategia; llovía, las hojas humedecidas salpicaban su cuerpo, contemplarlas aflojó su entrecejo, caminaba ligera, flotando. De pronto la sujetan por la espalda, atan un cedazo sobre sus ojos eliminándole el juicio, rumbo al salón, cayeron una a una sus prendas; escuchaba, olía, sentía… el suspenso la humedecía, la enmudecía. Era mágico sentirse viva. Eso quería, sentirse un cuerpo que escurre como vela encendida.
Reconoció la voz que la atrajo por el imán de su olor, a bosque, a selva, a caricias de manos traviesas haciéndola desear ese juego. Buscó esa boca hasta envolverla por completo. Mordió esos labios como cerezos tiernos, y su lengua recorrió cada milímetro sin prisa…
El simplemente dijo “es suyo, disfrútelo, es para usted” y hundía sus ganas de sentirla. “No quiero más música que la suya”.
Con aceite recorrió la nariz de tigre que dibujaba su cadera prominente de perfil en la penumbra. Esos dedos reconocieron sus pliegues hasta provocar palpitaciones, contracciones. Abrieron las puertas del cielo infinito. Bajo el manto misterioso del abrazo enardecido. El éxtasis mutuo les hacía parecer una lánguida criatura, un solo aroma, música de “amor deseo”, empapados de rocío, como náufragos que arroja una “barca atracando en el deseo”.
La ducha los refrescó de nuevo, eran Adán y Eva, Tristán e Isolda, Pigmaleón y Galatea…
Se besaron de nuevo con la ternura de abril en un reflejo de luna.
Le había servido usar pañal durante un mes y orinar al primer impulso, entrenamiento para lograr orgasmos, uno a uno hasta llegar al múltiple. Cultivar el deseo fue su meta.
Rehabilitar sus músculos ancestralmente oprimidos por la culpa, el deber y postergarse a si misma hasta el casi olvido.
Recordaba esa ocasión cuando al competir en 50 metros libres, nunca le había pasado; esa vez era distinto. Bajo presión, en medio de la algaraza, pateaba a toda velocidad le frotó el clítoris, haciéndola llegar desvanecida por la mezcla del esfuerzo con la explosiva sensación del orgasmo.
Orinar en medio de una conversación, de camino a la comunión en la misa dominical, del tráfico abrumador. Hasta sentir micro orgasmos que ocultaba tras una sonrisa traviesa y un bochorno. Era como encontrarse a sí misma en medio de una prisión construida por los muros de la expectativa social.
Una y otra vez lo repitió. Liberar el clítoris escondido tras los dedos oscuros del abuso infantil que lo hechizaron, casi mutilaron. Pensó en las africanas que son castradas desde bebés. En las pequeñas usadas para pornografía infantil. Cuanta niñez dolida se reivindicaría con este hallazgo; su cuerpo, laboratorio multisensorial, un clítoris contiene ocho mil terminales nerviosas. Que intenso.
Orinar y respirar se volvieron terapia por intuición.
Fue sanador el encuentro con el ser de luz que mágicamente pronunció: “es suyo…disfrútelo”. Soy para usted, soy de usted. Un sorbo de café de pluma de Oaxaca, la hicieron verter estas letras sobre el papel tamaño esquela, mientras soñaba despierta.
Su ropa era la antesala perfecta, cada vez más conciente, dibujaba su cuerpo invitando a acariciarla con la mirada, como un pájaro sediento descansa en el manantial de sus pechos, en la cañada de sus muslos lisos, tersos que la falda envolvente dejaba asomar a cada paso.
Sentada, invitaba a manos traviesas, una fiesta era su renovado cuerpo. Fiesta al deseo.
Cada vez que así se sentía, sucedían cosas inexplicables, indescriptibles, “no sé porqué pero pensaba en ti” le decía Pigmaleón cuando llamaba por teléfono. Era como haberle marcado telepáticamente y la voz del bosque entero, de playa del Carmen, Pie de la Cuesta, entrara por el auricular. Ella, complacida por la demostración a sí misma de la fuerza contenida en ese misterio del amor-deseo; encontró la llave. Recordó el guión del cortometraje donde simplemente dijo: ¡Aquí está la llave! era su frase favorita y de regalo decirla en un documento para la posteridad ¡aquí está la llave!
La de la seducción, la del deseo, la del universo, la del clítoris liberado, la del infinito posible…la que abre la recepción del parabólico misterio.
El éxtasis de lo femenino arribó para inundarla. Quedó preñada del bosque, de rugido de mar a media noche. Ahora quería comer león en Cuernavaca, en el autobús, en la carretera, al amanecer, en Pie de la Cuesta, en Cancún, en su cama vacía de sábanas verde óptico donde sus dedos escribían música con arpegios de autoexploración.
Etiquetas:
autoexploración,
durand,
labios
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Educación, intuición, sentido común, talentos...¿qué más..?
Hola!
Unas preguntas para mi diagnóstico, en busca de un pronóstico.
¿Cuál ha sido el profesor o profesora que más recuerdas?
¿Qué lo hace especial en tu formación académica?
¿Qué anécdotas contarías a tus nietos?
¿Cómo imaginas la escuela ideal?
¿Qué debe enseñarse ahí, cómo, quién, cuánto tiempo, con qué lenguaje, herramientas, cuánto debe costar, qué hace falta, que se nos ha olvidado, cómo incluirlo, qué puertas tocar (sin que te cueste la integridad...)?
...Así, dialogando podríamos sumarnos a la formación de una escuela para la vida, donde se consideren aspectos de nuestra condición humana, la complejidad, llegar a la conciencia como el agua llega a nuestras céluas al ingerirla por necesidad, por educación, para ser saludables.
Intuición, todos la poseemos; pero ¿cómo confiar en ella si nos han enseñado a manejarnos por órdenes, por calificaciones, por cuadros de honor...?
Sentido común.- ¿Cómo se entrena, adquiere, cuál es su función, quiénes lo tenemos, cómo considerarlo, qué peso puede tener en la toma de decisiones? ¿Qué papel juega la cultura en su desarrollo? ¿Cuánto peso tiene el contexto para ser creativo, propositivo, intuitivo, libre, responsable, hábil, generar la capacidad de logro, superar la frustración con trabajo, constancia, tolerancia ó capitalización de los errores?
Talentos.- Nunca imaginé que un autógrafo "para mi Sor Juana
en potencia"de mi maestra Martha Rangel Escamilla en segundo de secundaria, marcara el innicio de mi formación traducida en estas ganas de escribir, caprichos, ideas, tormentos, delirios, cuentos...y algo de mi educación, porque he aprendido que nunca dejamos de aprender...hasta dos horas antes de morir o hasta la muerte.
Unas preguntas para mi diagnóstico, en busca de un pronóstico.
¿Cuál ha sido el profesor o profesora que más recuerdas?
¿Qué lo hace especial en tu formación académica?
¿Qué anécdotas contarías a tus nietos?
¿Cómo imaginas la escuela ideal?
¿Qué debe enseñarse ahí, cómo, quién, cuánto tiempo, con qué lenguaje, herramientas, cuánto debe costar, qué hace falta, que se nos ha olvidado, cómo incluirlo, qué puertas tocar (sin que te cueste la integridad...)?
...Así, dialogando podríamos sumarnos a la formación de una escuela para la vida, donde se consideren aspectos de nuestra condición humana, la complejidad, llegar a la conciencia como el agua llega a nuestras céluas al ingerirla por necesidad, por educación, para ser saludables.
Intuición, todos la poseemos; pero ¿cómo confiar en ella si nos han enseñado a manejarnos por órdenes, por calificaciones, por cuadros de honor...?
Sentido común.- ¿Cómo se entrena, adquiere, cuál es su función, quiénes lo tenemos, cómo considerarlo, qué peso puede tener en la toma de decisiones? ¿Qué papel juega la cultura en su desarrollo? ¿Cuánto peso tiene el contexto para ser creativo, propositivo, intuitivo, libre, responsable, hábil, generar la capacidad de logro, superar la frustración con trabajo, constancia, tolerancia ó capitalización de los errores?
Talentos.- Nunca imaginé que un autógrafo "para mi Sor Juana
en potencia"de mi maestra Martha Rangel Escamilla en segundo de secundaria, marcara el innicio de mi formación traducida en estas ganas de escribir, caprichos, ideas, tormentos, delirios, cuentos...y algo de mi educación, porque he aprendido que nunca dejamos de aprender...hasta dos horas antes de morir o hasta la muerte.
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- Madre Ceiba
- Corazón de Ceiba: Lo que un día empezó con una intención, hoy empieza a tomar forma, un espacio para la reflexión, el crecimiento, la creatividad y el fomento a la imaginación, pura o impura, dependerá de cada uno. Podrás venir a Meditar, a comer sabroso, a conversar. Aquí estamos con una linda sombra y un poco de música para acompañar tu experiencia. Vivir con alegría en el corazón y una mente nutrida de amor a la vida. Bienvenidos!